Bodegón 606 es de esos lugares que entienden que la comida entra primero por el alma. Fachada discreta, salón cálido y esa energía de mesa larga con anécdotas y brindis. Acá no se viene a “picotear”, se viene a comer.

La carta es una oda a lo clásico con algún twist moderno: milanesas que desbordan el plato, pastas caseras con salsas espesas, guarniciones que no son de compromiso y postres con gusto a infancia. Las porciones son generosas, los sabores son reales y la cocción, siempre en su punto.

El servicio es atento sin ser invasivo, y la relación precio-calidad hace que te den ganas de volver. Ideal para almuerzos domingueros, cenas con amigos o esa salida en la que querés comer rico y abundante sin caer en lo de siempre.

Bodegón 606 honra el nombre: comida de verdad, clima de barrio y una mesa que siempre te espera. Ramos lo tiene, y lo cuida.