Si tenés hambre de verdad, andás por Palermo y no querés caer en los clásicos de siempre, IL Vero Arturito es la parada obligada. Un bodegón con todas las letras: mozos que te tratan como en casa, porciones para compartir (o no, vos sabrás), y esa mezcla gloriosa de cocina italiana con argenta que te deja el alma tibia.
El lugar tiene ese encanto de los bares de antes, pero aggiornado: manteles de papel, ruido lindo de fondo, y platos que salen rápido pero bien hechos. Las pastas son una locura (probá los sorrentinos, haceme caso), las milanesas tienen el tamaño de una tabla de surf y las empanadas compiten dignamente con las de tu tía salteña.
¿Lo mejor? Comés rico, mucho y sin dejar medio sueldo. Palermo todavía tiene joyitas que no se olvidaron de lo que importa: comida honesta, sabrosa y con cariño. IL Vero Arturito es una de ellas.